Los Zamarrones de Piasca nunca, nunca, nunca se han dejado de hacer..., en INFOLIEBANA.ES
«Los Zamarrones de Piasca nunca, nunca, nunca se han dejado de hacer, aunque solo salieran un campano y un zamarrón»
Celia Álvarez11 DE FEBRERO DE 2021
Zamarrones de Piasca.
Los Zamarrones de Piasca se celebran, al menos, desde 1948, año en el que data la fotografía más antigua que posee la Asociación Andruído en La Paré de Piasca. Esta entidad, formada por 150 socios, es la responsable de que más de un centenar de personas, entre los que se encuentran los más pequeños y los más mayores de La Paré (Piasca, Aceñaba, Ubriezo, Los Cos y Yebas), continúen disfrutando de esta peculiar tradición.
Leyre Blanco, secretaria de la Asociación Andruído en La Paré desde hace dos años, explica que «los Zamarrones de Piasca son famosos porque, cuando en la época de Franco los prohibieron, ellos siguieron haciéndolos, sobre todo la juventud de Piasca, porque antiguamente había mucha gente joven».
Los Zamarrones «nunca, nunca, nunca se han dejado de hacer, aunque solo salieran un campano y un zamarrón, pero siempre, todos los años, ha salido alguien«, recalca Leyre, evidenciando el valor que tiene la tradición de su pueblo.
La celebración, a la que acuden asociaciones de diversos puntos de España, cuenta con diversos personajes, tales como campaneros, que corren con grandes campanos, zamarrones, que ocultos bajo máscaras de animales y con la escoba en mano pegan y persiguen a los campaneros para quitarles el campano, señoras, que cantan la comparsa, el oso, que se reboza en barro y moja a todo aquel que encuentra a su pado, el cazador del oso, una vieja…
Los participantes «nos vestimos, no nos difrazamos», aclara Leyre, con pieles de animales que curten ellos mismos de un año para otro. «Vas por el monte y te encuentras un hueso, y lo coges. Se muere una yegua del vecino y le pides los dientes…», explica. «Si realmente lo vives, estás durante todo durante todo el año con ello», afirma.
Respecto a las máscaras, quizá las piezas más llamativas de la indumentaria, Leyre asegura que «solo llevan cartón y las cintas de colores«, remarcando que lo importante es que tengan «mucho mucho colorido».
La fiesta tiene lugar el fin de semana antes de la cuaresma, una fecha que este año habría correspondido con el pasado sábado 6 de febrero, día en el que Leyre confiesa que «he llorado mucho».»Ese fin de semana viene todo el mundo. Se llena el pueblo«, cuenta con orgullo.
«Antiguamente los críos tenían muchísimo miedo a los zamarrones»
Ese día, a primera hora, «los del pueblo ya tocan los campanos. Mi padre va por las casas despertando a la gente«, cuenta divertida. Más tarde, «los más pequeños y los jóvenes se van a los praos de Los Llanos a tocar los campanos». En ese momento, comienza la carrera hasta la Iglesia Santa María la Real de Piasca. «Ahora sabes quién va de zamarrón o campanero, pero antiguamente los críos tenían muchísimo miedo a los zamarrones», asegura Leyre.
«Al llegar a la Iglesia, damos una buena campanada y luego, zamarrones y campaneros, suben andando por todo el pueblo. Al llegar al barrio de arriba, se paran en un par de casas a picar algo y después comemos todos juntos. Por la tarde desfilamos en Potes, hasta la Torre del Infantado, para que nos vea la gente que no ha podido subir«, relata Leyre con añoranza.
Sin embargo, la fiesta no acaba con el desfile. «Después en Piasca nos quedamos hasta que el cuerpo aguante, aunque no te creas que es mucho, porque con los nervios que llevamos de las semanas antes…», admite.
Leyre es consciente de que «los tiempos van cambiando», pero «nosotros, lo bueno que tenemos, es que la esencia de los zamarrones siempre hemos intentado mantenerla tal cual lo hacían antiguamente«, dice con certeza. «En un desfile te ven, pero realmente no saben lo que somos. No sabes el significado que tiene cada uno», explica con firmeza.
«Ahora es imposible hacer lo que se hacía entonces porque no queda gente en los pueblos»
Ismael Blanco es presidente de la Asociación desde hace 12 años y reconoce que la tradición «ha cambiado bastante», puesto que «nos juntábamos solo los del concejo, no como ahora que viene mucha gente«.
«Cuando yo era crío, salíamos el domingo a tocar los campanos, el martes íbamos por todos los pueblos del concejo pidiendo de casa en casa, y el siguiente fin de semana se hacía fiesta con lo que te habían dado», recuerda Ismael.
También rememora aquellos años en los que los zamarrones estaban prohibidos e «íbamos tres tocando los campanos y un par de zamarrones». «Me acuerdo de oír a mi padre decir que no bajásemos a la Iglesia, que si está allí el cura igual avisa a los guardias», cuenta, aunque testifica que hasta la fecha «nunca ha habido ningún problema»
No obstante, considera que «ahora es imposible hacer lo que se hacia entonces porque no queda gente en los pueblos». «Entonces en La Paré había veintipico críos. Ahora no hay críos casi y la gente trabaja«, comenta.
Asimismo, Ismael no cree que esta tradición vaya a desaparecer «porque la gente joven esta muy implicada». «Es un carnaval que nunca dejó de hacerse, y por aguantar la tradicion, la gente joven lo ha cogido con ganas«, dice con confianza.
Para Ismael, «lo gordo del carnaval viene de Madrid, Bilbao, Navarra… gente que se ha marchado de Piasca y no vuelven solo los mayores, vienen también los hijos, que esos no lo vivieron y lo están viviendo ahora y están tirando mucho para delante».
«La suerte que tenemos aquí es que contamos con mucha gente de Liébana, no solo de Piasca y del Concejo. Tenemos socios de todos los Ayuntamientos», reconoce. Además, se ha mostrado agradecido con los comercios de Potes, quienes «se han portado muy bien con nosotros».
«Decir Andruído de Piasca es decir fiesta, alegría e ilusión»
«Para mí, decir Andruído de Piasca es decir fiesta, alegría e ilusión». Así describe Miguel, socio y participante de los zamarrones de Piasca desde hace cinco años. «Desde hace cinco años soy la persona más feliz de la vida», afirma con una ilusión desbordada. Desde entonces, Miguel tiene «dos ilusiones en mi vida: el deporte y los zamarrones», asegura Miguel. «Para mí, los zamarrones, si hay que dejar todo, se deja», insiste.
A Miguel, natural de Revilla de Camargo, le invitaron unos amigos y no dudó en sumarse a esta celebración, en la que también participa su mujer, vestida de señora, y pronto lo hará también su hija. «A mí es como si me hubieran dado vida esta gente», asegura.
Para él, se trata de «una fiesta tradicional que hay que seguir, aunque solo sea por la gente más antigua del pueblo». «Aunque son pocos los vecinos», comenta Miguel, «desde el más pequeño hasta el más mayor tocan campanos, se visten de zamarrón, una mujer se viste de osa…».
De ahí que, a pesar de no haber disfrutado de este rito desde su infancia, «disfruto tanto de ello como ellos, o incluso más». «Ese día me pego unas palizas corriendo, saltando, bajando de Los Llanos corriendo hasta la ermita…», explica acelerado y con ilusión, a la espera de que llegue ya el 2022 para poder celebrar de nuevo los Zamarrones de Piasca.