El Carnaval Jurdanu aguarda a que escampe, en PLANVEX.ES
El Carnaval Jurdanu aguarda a que escampe
FÉLIX BARROSO GUTIÉRREZ DEJA UN COMENTARIO
El próximo sábado, día 13 de febrero de 2.021, una de las alquerías del concejo de Nuñomoral estaba llamada a “entruejalsi”, “encarantoñalsi” o “enzamarralsi”. Y es que, en estos arcaicos, coloristas, heterodoxos, legendarios, desinhibidos, transgresores, solidarios, anticompetitivos, igualitarios, libertinos y libertarios carnavales que se celebran en el territorio jurdano, rodando cada año por una aldea o alquería, no existe la palabra “disfraz”, propia del llamado “Carnaval de Plástico” o de la gran urbe. Ni tampoco hay concursos con premios en metálicos, que es antítesis de todo carnaval rural que se precie. Lógicamente, las carnestolendas de la ciudad, llenas de carrozas, desfiles uniformados, mucha alharaca y perifollo, confetis y personajes calcados de las revistas de moda, la caja tonta o de otros aspavientos de la “beautiful people”, aman los concursos y el parné, ya que se sustentan en el armazón de las fiestas de máscaras surgidas en los salones de la aristocracia, la burguesía y la oligarquía capitalista en el siglo XVIII.
Nuestro querido “Carnaval Jurdanu”, donde nadie es más que nadie, porque hasta un pobre “pidiol” (mendigo) se convierte en un auténtico rey con mandato de un año en la comarca, aguarda a que escampe el temporal. No el de las generosas lluvias de este invierno, que el agua no rompe costillas, sino al del mil veces canalla y asesino coronavirus. Somos conscientes que este año llegará antes la Cuaresma, con sus cilicios y cenizas, y los compañeros de la ‘Corrobra Estampas Jurdanas’, con los rostros cariacontecidos y anegados por la melancolía, no podrán procesionar por las retorcidas calles de la alquería de turno al Morcillu o Don Pericu, el pelele mitad macho cabrío/ mitad varón bien dotado, al que las mujeres le cantan sugestivas coplas y los hombres le vituperan, apaleándole, ahorcándole y quemándole en una hoguera. Ni podrán salir los “Araórih del rozu” a hundir la reja, como símbolo fálico, en la Madre Tierra, ni retozar atrevidamente con “La Cricona”, la sacerdotisa de la gran vagina, a fin de, en feliz acto de procreación, propiciar que la vida continúe latiendo. Tampoco aparecerá la “Tía Rechonchona”, con su enorme barriga de embarazada, a la que afligen los fortísimos dolores del parto, acudiendo en su ayuda el “doctor Marranu”. Pero fallece, dejando, no obstante, un hermoso y rollizo varón, que será la alegría de la huerta. Siempre la dualidad muerte-resurrección presente en estos antruejos que se remontan a años oscuros de la historia y que no nació en ningún pueblo en concreto. Ya pueden corregir, ¡pero ya!, la página web de la Mancomunidad de Las Hurdes, donde a algún ignorante y gracioso se le ocurrió escribir que el “Carnaval Jurdanu” tuvo como origen la alquería de El Cerezal, y, ahora, repiten el sonsonete, como disco rayado, periodistas y estudiosos, vecinos y forasteros, que acuden a informarse a dicha página.
Mucha algazara, aporreo incansable sobre la piel de cabra de los tamboriles de esos músicos populares, tan antiguos como el carnaval, como son los tamborileros jurdanos, alma máter de toda fiesta que se precie, en la comarca. Zamarreos de castañuelas y cencerros. Hay que armar mucha bullanga, para espantar los fríos y males del invierno y se allegue la primavera lozana, vistosa y fecundante. Por ello, el “Arruverdi”, convertido en un “entrueju” que se mimetiza con el follaje, pega grandes saltos, con el fin de que la hierba crezca alta y frondosa. Y “Marcelu el de la Porra”, con su casquete de hierbas del monte entrelazadas, su rostro pintado de rojo y su piel de cabra por las espaldas, va pegando grandes golpes con su enorme porra sobre la tierra, a fin de que esta se despierte y comience a fructificar. Marcelo, que parece una degeneración del nombre “Sucelo” o “Sucellus”, un dios celta que iba vestido de la misma guisa y tenía el mismo cometido. El ‘Carnaval Jurdanu” hunde sus raíces en antiquísimas mitologías, algunas, tal vez, con sustratos en oscuros ritos preindoeuropeos. Luego, los tiempos les fueron dotando de otros añadidos, pero se salvó de la quema y conservó su esencia.
Catarsis fraternal
La gente mayor de la zona hablaba de los “rejuíjuh” como las representaciones escénicas que se llevaban a cabo en estos carnavales que, hogaño, no podrán lanzar sus “rejínchuh” (gritos guturales prolongados de júbilo y no exentos de cierto reto y belicosidad) para asustar a las nubes. Son docenas de “rejuíjuh” los que se ponen en pie por cualquier calle, plazuela o rincón, ya que esta fiesta de locos es una organización desorganizada, en la que todo el que salte el ruedo debe asumir todo tipo de chanzas y asechanzas. Bien claro lo declama el viejo dicho: “Pol el entrueju, tó pasa, y el que no ehté a guhtu, que se quedi en casa”. Los “Tíuh de la paja” o los de la ceniza, o aquellos otros llamados “Entignaórih” pueden arrojar lo que llevan en sus viejos sacos sobre la cabeza de cualquiera, o tiznar la cara del primero que se les cruce. Nadie puede protestar, so pena que se exponga a que lo manteen o lo lleven a la taberna y tenga que invitar una ronda a algunos de los “entruejáuh”. “La Osa del Cabezu”, símbolo también fehaciente del despertar de la primavera, cuando el oso da por finalizada su hibernación, puede asomar a la vuelta de la esquina. O “La Regorba”, especie de bruja y de la que dicen, en la comarca, que era al modo de una consejera áulica de los reyes que tenían los “Arrucónih”, que eran los antiguos pastores-guerreros que habitaban las montañas de Las Hurdes. O el “Toru Bardinu”, al que se torea, se estoquea, pero le dan un trago de vino, resucita y celebra, con sus carreras y recios mugidos la pronta resurrección de la risueña primavera. O la “Vaca Cachana”, también llamada “Dulia”, la de las siete ubres, con las que amamantó a los “Jáncanuh”. O “La Mamadama y loh quíntuh”, “La Jilaora y loh mocínuh”, “La Chancalaera”, “Lah Mózah del Guinardu”, “El Zajuril”, “Loh Diabrílluh”, “La Encorujá”, “El Obihpu jurdanu”, “El Machu lanú”, “La Tarara de El Cerezal”, “La Gallareta de La Citunilla”, “Loh Lagaréruh de La Aceña”, “El Curanderu del Casal”, “La Vicenta de Bijuela”, “El Gordu de Loh Casárih”…
Todo un sinfín de míticos personajes que hacen de este carnaval, declarado Fiesta de Interés Turístico, uno de los más emblemáticos de la España rural. Una fiesta que se celebra el “Sábadu Gordu del Entrueju” y que se convierte en toda una catarsis fraternal y colectiva, bien regada por el “ponchi jurdanu” y los caldos y el aguardiente de la tierra, sin que falte el enjundioso rancho de las alubias con las “tajáh de la matanza”, las parrilladas de carne y la “borrajá de patátah de la chamá de la lumbri”. Hay que reponer fuerzas para mantenerse todo el día, y la noche si se tercia, cantando, bailando, brincando y retozando. Este año no podrá ser, pero estamos seguros que los compañeros de la ‘Corrobra Estampas Jurdanas”, que fueron quienes rescataron, salvaguardaron y pusieron en valor estos festejos tan simbólicos, significativos y representativos y continúan siendo el motor de los mismos, estarán dispuestos, con redoblados redaños, para llevar a buen puerto el día 26 de febrero de 2022 el legado carnavalesco de sus antepasados. Igualmente, el resto de los hijos de Las Hurdes, en apretada piña, sin divisiones, banderías ni malos rollos, a fin de crear auténtica patria jurdana.
Foto superior: “Loh Araórih del Rozu” o “La Cricona” en la edición de los antruejos celebrada en la alquería jurdana del JORCAJU. (Foto: MARIO MORENO).
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor.
Publicado el 11 de febrero de 2021